Friday, October 25, 2013

Las figuras simbólicas del poskirchnerismo

En los resquicios de una agenda de por sí convulsa, hace ya un tiempo han venido siendo objeto de estudio y análisis una serie de figuras de la cultura de masas por parte de intelectuales de las redes sociales. La rutilancia de la etiqueta aplica en tanto estos escritores de lo que vulgarmente entendemos por microclima poseen elementos, categorías y perspectivas propias de ámbitos universitarios o cierta formación para poder abordar de manera crítica y analítica programas de TV, cantantes, conductores, etc. Nos parece que este interés en figuras, que en un amplio espectro abarca desde periodistas como Fantino y Feinmann hasta artistas como Karina y Soledad, consiste en una operación de creación de símbolos que servirán para disputar con el ya ¿residual? acervo cultural del kirchnerismo.
Sabido es que el segundo lustro de la década ganada se caracterízó por fuertes apuestas a la batalla cultural y a la aparición de figuras y el despliegue de dispositivos que luego se legitimaron y se asociaron de manera irreductible al universo kirchnerista. Sabido es también que dicha apuesta adolece de un visible desgaste, cuyo eco resuena en la parodia habitual de propios y extraños en el discurso 2.0.
El poskirchnerismo de las redes, que empezó alzándose en contra de la batalla semiótica e hizo de ello una de sus apuestas constitutivas,  entró en una segunda fase de "máquina de semiosis", basada principalmente en la utilización de figuras de la cultura de masas, su reapropiación y carga de significados que servirían para pugnar sentidos con el kirchnerismo. Batalla simbólica nao tem fin.
No obviamos el hecho de que esta configuración cultural de nichos (nuestro nicho, el mejor nicho) tiene un correlato en las exitosas elecciones del massismo, lo que planteamos es una sospecha: entre ese éxito, las representaciones y deseos de esos votantes, y las representaciones y operaciones culturales de los blogueros hay una distancia considerable (como en el kirchnerismo el 54 % tuvo poco que ver con la tirada de Página 12 o el impacto de 678)
Suele señalarse a Alejandro Fantino y a Eduardo Feinmann como encarnaciones de una subjetividad contenedora del sentir de mayorías frente a tópicos vastos como la política electoral o la inseguridad urbana. Estas figuras, si no marginales al menos no centrales en la grilla audiovisual, negocian sus filiaciones políticas de un modo diferente al que lo harían aquellas realmente masivas, quienes entablan sus posicionamientos en el mapa político en términos de negociación algo más directa con el poder.
Una nota común en la operación simbólica de estas figuras consiste en imbuir del espíritu self made man sus biografías. De este modo, no sería la cultura de masas la que impone figuras engañando, sino el esfuerzo denodado de cada uno haciéndose su lugar en la selva del show bizz. Se trate de jóvenes ingenuos del interior o apocados empleados en las sombras, estos representantes de una subjetividad referenciada como popular ganarían la luz de las cámaras sólo debido a cierta astucia o sentido de la oportunidad: habrían visto algo que el resto no.
En este sentido, resulta fundamental no confundir interpretaciones y sus apuestas simbólicas con el espíritu de la época, inevitable y esencial. La entronización de estos personajes no proviene de constatadores o meros observadores participantes, sino de agentes culturales que crean estos símbolos -“uno es uno y su objeto de estudio“-, sobreestimando de algún modo su eficacia comunicacional en algún caso, exacerbando su sintonía con el zeitgeist, en otros.
Los intelectuales de redes operan así como Borges (el Borges crítico) con Evaristo Carriego: toman a una figura popular y menor para convertirlos en representantes de constructos culturales que hablan más de sus autores que del objeto, y que les servirán para disputar posiciones en un círculo de discusión política que no carece de su dimensión estética.
Ante el consumo irónico del kirchnerismo con figuras lejanas a la “izquierda” aparece una reacción de consumo maldito del antiprogresismo.
En un artículo reciente, Luca Sartorio dice que “Feinmann desideologiza la escena para volverla más genuinamente política. (…) Prefiere ordenar la discusión más bien en los términos del combate al desorden desde cierto “sentido común” que pretende enarbolar“. Creemos que, por el contrario, ahí donde intenta darse asilo a un sentido común hecho estado de situación, allí mismo anida el sustrato de la ideología conservadora. La idea de encontrarse fuera de la ideología hace sistema con un fuera de la política que las intervenciones novedosas traen a colación. Ahora bien, además de ser críticos con esta postura, hay que entender bien qué es lo que se ataca. Es necesario decir “no todo es política o ideología” cuando se confronta un gobierno que ante cualquier problema de gestión o de política pública apela al famoso relato binario que sería la clave de la solución y el abordaje de cada conflicto. De esta manera, los poskirchneristas operan a la manera de lo que en lógica se conoce como ex falsum sequiter quod libet (de lo falso se sigue lo que agrada), de afirmaciones polémicas, discutibles, ponen en el tapete una cuestión que no puede dejar de ser tomada en cuenta por los kirchneristas. Pero tal vez no habría que dejar sin discutir esas estrategias de discusión con el kirchnerismo.
Al parecer hay una nueva etapa en la nano batalla cultural, que es una máquina de montaje de fábulas agonales en la que todos somos micro soldados y podemos meter nuestra cuchara semiótica.

Sunday, October 13, 2013

El Imaginario de Jorge

Imaginario ideológico (llegó Castoriadis)
Por Jorge Fontecchia



“Ustedes (a Sergio Bergman) no denuncian la corrupción, eso es lo que nos diferencia, en casi todo lo demás estamos de acuerdo... Santilli, si me limpiás la vereda, te voto”. Así sintetizó Elisa Carrió, durante el debate del miércoles pasado, las similitudes entre el PRO y el panradicalismo en la Ciudad de Buenos Aires. (Anoten los amigos de UNEN)

Ya en las elecciones de 2009, Pino Solanas había salido segundo absorbiendo muchos votos que fueron del PRO en las elecciones ejecutivas de 2007, que en esos dos años había bajado del 46% al 30%. ¿Son esquizofrénicos los votantes de Buenos Aires, que pasan del PRO a Solanas? ¿O los del panradicalismo, que pueden votar a Prat-Gay y a Pino? ¿O los del peronismo, que pueden pasar de Menem a Kirchner?

La respuesta es “no”, si se ordena el imaginario ideológico en un cuadrante (Buenaaaaaaaaa) dividido sobre la base de las dos polaridades que estructuran la política argentina: por un lado, la de soluciones que provengan de más Estado versus soluciones que resulten de más mercado; y por el otro, un ejercicio de un liderazgo populista versus otro institucional. (VÉASE CUADRO)




TIEMBLA EL ESTRUCTURALISMO GENÉTICO PAPÁAAAAAAAA


Es este segundo vector, y no como tanto se enfatiza el económico entre Estado y mercado, el que marca más la frontera ideológica que establece las preferencias de los argentinos a la hora de construir simpatía política.

Es obvio que hay desplazamientos y grises: Filmus y Taiana son mejores candidatos peronistas para la Ciudad de Buenos Aires porque casualmente son percibidos como menos populistas.

También hay condensaciones, por caso entre populismo, transgresión y juventud, valores que podrían concatenarse. Un ejemplo: los radicales cosechan fama de serios y antiguos, por eso valoran el aporte complementario de Lousteau, cuya esencia transgresora no sólo se manifestó al integrar el equipo kirchnerista sino al ser artífice de la infidelidad de una mujer embarazada en estado avanzado y que luego terminó perdiendo el bebé, (Guau, boludo, Sid Vicious el chabón!) algo que dentro de las tradiciones radicales debería ser imperdonable. (TODOS CURAS) (las tetas se me ríen tímidas, porque están precalentando) Pero la necesidad hace a la memoria selectiva, de la misma forma que quieren ver la actuación de Lousteau en la 125 como un freno de Moreno y no como un cómplice con diferencias de estilo.

La transgresión, que comenzó siendo peronista, se ha ido consolidando como un rasgo nacional, desde un Papa transgresor hasta Cuevana, el único sitio del mundo que inventó un Netflix sin pago. (QUÉ!? Riot Arrrrrrrgentina)

No es casual que la Presidenta haya elogiado la sinceridad ideológica de Macri, porque ella a su modo también la ejerce mientras que Néstor Kirchner era más de tirar la piedra y esconder la mano, acomodándose con más pragmatismo a las necesidades del momento. Aunque más a la izquierda que Scioli en eso, Kirchner era más parecido al gobernador bonaerense. (#Dudoso, nadie recuerda al Néstor sacado de la 125? Cuánta anamnesis)

Cada sector de afinidad y posible corrimiento se puede identificar en el gráfico que acompaña esta columna, (BOURDIEU UN POROTO) donde se encontrará junto a los políticos actuales algunos del pasado reciente como referencias. Cada cuadrante está dentro de otro cuadrante, que se lee de la siguiente manera: (Instrucciones a lo “Rayuela” de Cortázar)

Escalón de mayor institucionalidad. Más mercado: Macri y Sanz. Algo menos de mercado: (QUÉ SERIO) Cobos y Michetti. Y algo más de Estado: (COMPLEJIDAD Y CATEGORÍAS PRECISAS)  Binner y Alfonsín.
Escalón de algo menos de institucionalidad. (Juaaaaaaaa, OH barroco!) Más mercado: Reutemann y Cavallo. Algo menos de mercado: Carrió y Lousteau. Algo más de Estado: Filmus y Taiana. Definitivamente más Estado: Pino Solanas y Altamira.
Escalón de algo populista. (Oh escalón de algo populista, OH vena poética mía susúrrame) Más mercado: Massa y De Narváez. Algo menos de mercado: Scioli e Insaurralde. Algo más de Estado: Néstor Kirchner y Cabandié.
Escalón de mayor populismo. Más mercado: Menem. Algo menos de mercado: Duhalde. Más Estado: Cristina Kirchner.
(Acabamos de presenciar un episodio de sofisticación teórica inigualable, chapeau)

Los sectores de afinidad verticales (mercado/Estado) también sirven para comprender por qué Macri, Massa, De Narváez o en el pasado Menem pueden ser aliados tácticos en determinados momentos y todos mirar o haber mirado a Reutemann como un vecino ideológico. Y por qué Gabriela Michetti puede ser más amiga de Carrió, entre tantas otras ligaciones.

Claramente, el peronismo se identifica con el populismo, y el panradicalismo y el PRO con el institucionalismo o liberalismo cívico. Pero también las cuestiones geográficas y demográficas tienen mucho peso. Donde se concentra la mayor cantidad de industrias y obreros, el peronismo es más difícil de vencer. Menos que antes, por el crecimiento de los sindicatos de izquierda, pero también donde hubo más empleados públicos el peronismo ganó más fácilmente. Y lo inverso: en las zonas agropecuarias, al peronismo le es más difícil ganar.

Se le atribuye a Borges decir que en Suiza la política funciona porque sus ciudadanos no saben el nombre del presidente. Aunque parezca mentira, en Suiza también hay grandes diferencias entre las preferencias políticas de las zonas de producción rural y las urbanas, y allí hay un populismo agrario que viene ganando las elecciones de los últimos años. (y mentar a Suiza en este punto de la argumentación es para…?)

Con el mismo esquema del cuadrante, en Suiza se mantiene el vector horizontal de Estado versus mercado, pero en el eje vertical se encuentran integración y sociedad abierta arriba versus tradicionalismo y conservadorismo abajo. El populismo suizo es de derecha, con el Partido del Pueblo Suizo (curiosamente conducido también por un líder carismático) que, férreamente nacionalista, se opone a la integración europea y a la inmigración y es casi imbatible en las zonas rurales. El miedo, ya sea a perder el trabajo o a la inseguridad, es siempre un gran aglutinador de consenso. En Suiza, el espacio de Altamira lo ocupa el Partido Verde.

Hay siempre un orden en el imaginario ideológico de los sistemas democráticos plurales que puede desplazarse algunos grados en alguna dirección, según las particularidades de cada país, pero siempre tiene su lógica. (“La lógica del orden en el imaginario ideológico de los sistemas democráticos plurales en Jorge Fontecchia”, Tesis de Fsoc, 2022.)

Probablemente, en la Argentina de 2015, después de dos décadas de extremos, la tendencia de la sociedad sea acercarse al centro.  (#Probablemente, prescripción, expresión de deseos, colgarse de las tetas de la onda “poskirchnerista“? Final abierto)

Saturday, October 12, 2013

Purificación

Ahora
En una casa, sola, grande
Demasiado, grande, demasiado
Con la espalda, ardiendo, la espalda, que late, ardiendo

¿Cómo mal decir
Lo mal oído?


Un silencio estridente