Thursday, August 30, 2007

Salvavidas

Mi inconstancia hace peligrar este blog, por eso agradezco esto. Es un "fragmento" que escribió Alexandra Martinez, una amiga mía. me dijo que lo "analice", pero no me atrevo a manchar su producto estético con una glosa interpretativa (al menos no ahora). También me pidío que lo intitulara (gran error).

"Las canonizadas"

La pasarela atraviesa todo el cuadro. Se preparan, se visten; ¡qué muslos!, ¡qué firmeza!. Los últimos retoques sobre los simétricos rasgos similares, sólo exceptuados por alguna variación cromática o exótica; pero eso sí, fisonomía caucásica. Es una conditio sine qua non. El triunfo diacrónico de toda una raza ejemplificado en 20 conchudas que atraviesan la pasarela cruzando flashes, hasta que una solución de picadora de carne al final del trayecto las hace desaparecer de la vista. El satén y el cuero de alta costura se enriedan en las cuchillas, junto con los sueñitos inautenticos de elite pedorra. Hectolitros de sangre contaminada de anfetas son expulsados y caen volcánicamente sobre los espectadores. La cabeza de Pancho Dotto surfea sobre el líquido bermellón y con una mueca definitoria cierra la función, a lo deux ex machina.
Alexandra Martínez

Monday, August 20, 2007

Articulaciones: El teatrum mundi barroco y los autores de la sospecha

La concepción del mundo como un teatro, en el que todos jugamos un papel y portamos disfraces es propia del complejo período barroco y aparece en Shakespeare. ¿Por qué una concepción del siglo XVII es tan familiar para algunos de nosotros?. Tal vez, por los autores de la sospecha, Freud, Marx y especialmente Nietzche. Todos ellos comparten la idea de que nuestros verdaderos móviles de acción y nuestras intenciones no nos son conocidas, o totalmente accesibles; ya sea por deseo de dominación sexual, o por interés de clase, o por voluntad de poder, nuestras acciones poseen un significado velado. No es tendencioso decir, por consiguiente, que actuamos, que nos entregamos a performances disfrazandonós y ocultando nuestra verdera naturaleza. Pero un paso más allá lo da, a mi entender, Foucault (siguiendo a Nietzsche), según el cual ni siquiera existiría una naturaleza, una esencia que se cubre de un disfraz, sino que somos el disfraz mismo, retazos de discursos, de prácticas, totalmente contingentes e históricos. Como la figura del Helequin o Arlequín de la Commedia dell'arte, hecho de harapos y de girones de distintas telas. Para cerrar, una sentencia lapidaria: no nos queda más nada que nuestros falsos y fragmentarios papeles.