Wednesday, September 25, 2013

Coda a "Melancolía, percepción y belleza"

No habría, allí, una concepción un tanto idealista/metafísica de la belleza? Consideremos que, en clave materialista, no sería posible la belleza (entendida como una experiencia de goce estético con las cosas) fuera o contra el lenguaje, ni despojada de sentido. Es cierto que esa experiencia, en tanto novedad y acontecimiento, obliga a operaciones en la lengua y a prácticas deconstructivas por fuera de lo estrictamente estético, pero las dificultades para dar cuenta de ella no le niegan humanidad e historicidad, como tampoco niegan que el lenguaje es su condición de posibilidad.
Tal vez, podríamos pensar al melancólico como aquel sujeto donde se produce una escisión traumática a partir de la imposibilidad de homologar o encontrar formas de funcionalidad entre dos planos: el sensorial-perceptivo y la racionalización de todas las convenciones que le hacen perder los lazos con la cultura. Frente a ellos, el melancólico queda obligado a resolver por vía del despojo, de despojarse de uno u otro aparato; si se impone el aparato racional, el melancólico mata los sentidos y el conflicto entre las palabras y las cosas queda ceñido a la desnaturalización, a la arbitrariedad de lo "real". La otra vía, la anulación de lo racional en pro de lo perceptivo, dota a la experiencia estética del sujeto de tal intensidad que no pueda darle cauce por el lenguaje, y así, su conflicto es la inadecuación de toda palabra a eso que experimenta, y que sólo puede ser dicho de manera metonímica o metafórica. O sea, por el arte.

HAL

Wednesday, September 11, 2013

Melancolía, percepción, belleza.

“Mientras tanto sigo siendo una poetisa: canto lo que me pasa y lo que soy. Y esta fama me viene de mi sangre noble; y cuando el espíritu celestial se mueve en mí, inflamo rápidamente los corazones, igual que un dios. Y los corazones entonces se ponen fuera de sí y buscan un camino que no es de este mundo” 
                             La Melancolía habla en persona, Tscherning


“La belleza es inhumana, allí su misterio más preciado, y su posibilidad de subsistencia.”
“Lo bello es inaprensible, el lenguaje humano es su propio límite para hacerse-de... pero lo intentamos: en la poesía, la música, la pintura.”
“Lo bello duele al lenguaje, que no puede aprehenderlo.”                          Emmanuel Taub


Julio Premat en La dicha de Saturno lleva a cabo un breve repaso sobre la representación y reflexión de la melancolía en occidente a lo largo de los años tanto en el plano artístico como en el filosófico, médico, psicológico, etc.
En general la figura del melancólico se caracteriza, según Premat, por el ensimismamiento, la queja sin razón aparente, las obsesiones dolorosas ante el paso del tiempo y la inminencia de la muerte, la falta de energía vital y la impresión acuciante de la falta de sentido tanto en el discurso como en el mundo. Pero por otro lado, el melancólico es también un ser lúcido, comprometido en una dinámica de aprendizaje y saber sin límites, pero de un saber inoperante e inútil. Esta conjunción de impotencia y extrema lucidez es la que produce el conflicto fatal en el personaje del joven en Belleza Americana, desfasaje en  la capacidad de decir la experiencia de la belleza.
El hijo de un ex militar filo nazi y una autista está afectado por una suerte de voracidad por atrapar lo real que vehiculiza filmando. Su cuarto está repleto de cintas y usa todo el tiempo su cámara con la que a lo cultor de la nouvelle vague de suburbio norteamericano filma escenas nimias, intrascendentes, banales de la cotidianeidad, como el vaivén de una bolsa de plástico en el viento. Walter Benjamin señala como en el estado melancólico “las cosas más insignificantes, a falta de una relación natural y creativa con ellas, se presentan como una cifra de una sabiduría enigmática“ (Benjamin, 133). Esta escena de la bolsa, parodiada hasta el hartazgo (hay que correr ese riesgo) pone en primer término el problema de la belleza, la percepción melancólica y el lenguaje. Esta breve filmación es absolutamente melancólica aunque (o justamente por eso)  no se hable de la melancolía, y , en rigor, no se hable de nada. Esa nada invisible para el ojo común es la que puede aprehender el sujeto melancólico. Mientras mira la filmación que le muestra a Jane, dice “There is so much beauty in the world, that sometimes i feel i can't take it". El homo melancholicus sabe, debido a su extrema lucidez, que “Hay muchísima belleza en el mundo“. Ve lo que incluso el resto no ve. Pero es impotente para aprehenderlo: “Que siento que no puedo atraparla“. Soy finito, mi percepción, lenguaje y aparatos de captación de lo real son insuficientes para eso que me excede. El melancólico “expone, ante todo, que nada puede decirse” (Premat, 131). Sabe que con los ojos vueltos de lo que vio (“La belleza es siempre temible/ y se hace difícil poder soportar”) sólo puede testimoniar que de eso no se puede testimoniar del todo. Sólo puede poner en escena, mostrar que hay una asimetría entre experiencia y lenguaje. La frase “Los límites de mi mundo son los límites de mi lenguaje”, que para el giro lingüístico es la condensación de una mera posición filosófica,  el personaje atrabiliario la vive como una verdadera tragedia, con todo el espesor de la idea de “límite” que encorseta, impide, aprisiona. Lo único esperable son astillas de experiencia/belleza, sesgos y marcas salvadas gracias a la fidelidad con ellas: “La melancolía traiciona al mundo por amor al saber. Pero en su tenaz absorción contemplativa se hace cargo de las cosas muertas, a fin de salvarlas” (Benjamin, 149); fragmentos rescatados, como la escena insignificante de una bolsa que baila en el viento.