Sunday, February 10, 2013

Raffo rifa vocación.

Casablanca

Por Guillermo Raffo
  
09/02/13 - 11:10
 
Buen día. (Hola, cómo te va) Ajusten el IQ unos treinta puntos más abajo de lo habitual, porque hoy vamos (a leer una columna tuya. Y sí, yo diría que hay que morigerarlo a nivel de un Bonobo) a escribir para caraduras (lo dicho). No me refiero al kirchnerismo. El adjetivo cándido que eligieron los pasajeros de Buquebus para molestar al viceministro de Economía describe una característica evidente, pero también superficial. El kirchnerismo emite bullshit (ohu in english, so cosmopolita) en un espectro muy amplio, admite en sus filas tanto a convencidos como a cínicos, no son todos caraduras. Los cínicos obviamente sí lo son, pero su longitud de onda es menor comparada con la de los otros, son como los rayos gamma. Los convencidos, en cambio, son esenciales al movimiento-clan-tribu-mafia-partido gobernante, y no pueden ser caraduras, porque se la creen. Entre esos dos extremos hay una mayoría de exponentes mixtos, con porcentajes de cinismo y de demencia que varían en cada caso (Estás hablando de la oposición no?). Dialogar con cualquiera de ellos es inútil, lo comprobé personalmente con experimentos muy diversos que dieron todos un resultado negativo (Raffo, el cientista social del kirchnerismo, trabajo de campo dialoguista fallido, llora Sócrates, llora Platón, llora Bajtín, llora Habermas, llora Voltaire OH!). Así perdí cinco años de mi vida conversando con idiotas, pero por lo menos lo hice en público y está documentado; nadie podrá decir que no lo intenté, con la mejor voluntad del mundo. (Qué sacrificado, esto quedará en los Anales de las quijoteadas ante la idiotez k, no te preocupes, te van a hacer un busto con cara aguerrida soportanto la estupidez ajena)

Me interesa hoy dirigirme a los otros caraduras; a los embanderados de la civilidad repentina, a los que predican que la violencia debe detenerse y que la violencia es decir “caradura”. Mentira. En realidad, no me interesa en absoluto, (Qué? Que pasó con este giro?) preferiría rebozar y freír mis propios ojos (avisá así chusmeamos el espectáculo), pero no me queda más remedio, porque en una semana saturada de reflexiones supuestamente profundas sobre el malestar en la cultura (Oh, Freud, que culto), no encontré ni una que evitara condenar el abucheo a Kicillof cuando volvía de sus vacaciones.

Los abucheadores –veinte o treinta personas unidas por la casualidad y una frustración común– (Ser unos derechosos lectores de la Nación con algunos problemas con el judaísmo, el marxismo y el estatismo, sí) fueron disciplinados hasta por quienes intentaron entenderlos. Incluso la ínfima minoría que se animó a defender el derecho a protestar, se vio obligada a aclarar que los abucheadores no lo habían hecho bien: inoportunos, maleducados, insensibles. Si no consiguen convertirse en Oscar Wilde, los abucheadores deberán callarse la boca para siempre. (Oh si, Oscar Wilde, ese abucheador de gente con niños en brazos, PERO CON ESTILO Y EDUCACIÓN)

Nadie les agradeció –permítanme ser el primero– (Un adelantado, Alvar Nuñez Cabeza de Vaca) por aportar una módica dosis de catarsis a una situación que sigue siendo igual de insostenible, pero ahora por lo menos es más clara. También celebro que no se hayan apartado de los límites de la ley, y que hayan encontrado una palabra precisa y descriptiva –pero al mismo tiempo suave, inocente, de señora gorda– (INADIIII) para calificar al responsable de una situación de injusticia tan evidente que ni los más escandalizados paladines del decoro pudieron ignorar. Tan difícil era cuestionar el abucheo, que el aparato de propaganda del Gobierno tuvo que hacer correr el invento de que insultos mucho peores, racistas, se habían escuchado durante el incidente. (Y vos como ibas colgado del buquebus cual araña en la pared sabes exactamente todo lo que se dijo) Pese al entusiasmo de Ernesto Tenembaum, esa versión no prendió mucho, porque es mentira. (Omnisciencia Raffista, indudable. Alguien duda? *miríadas levantan la mano*)

No sé si alguna vez les pasó que, (NO ME INTERPELES PRIMATE, preocupate antes por inyectar de probatio esta pedorrada “catártica") mientras están escuchando música, alguien se ponga a cantar otra cosa. Es muy irritante. (Uy si terrible, Agapornis ponele) Es mucho peor aun si uno está feliz, tocando y cantando algo con sus amigos, y un grupo hostil irrumpe interpretando una música distinta, cada vez más fuerte, con la intención de silenciar a los que estaban cantando antes. Coincidiremos en que se trata de una espantosa falta de respeto. Esto que describo es, sin embargo, lo que pasa en una de las escenas más celebradas de una de las películas más famosas de la historia. Hay cuatro nazis cantando (GOOOOOOOODWIN ON THE WAAAATER), viene Victor Laszlo y pide La Marsellesa. Gana La Marsellesa. ¿Por qué nadie objeta la falta de respeto en la que incurren Victor Laszlo y sus acompañantes? Porque los nazis son malos y los oprimen, tienen más poder que ellos. Este detalle es igualmente aplicable a la situación en el Buquebus, pero por algún motivo nadie parece haberse dado cuenta. (Tal vez el motivo, hipotético, es que es ABSURDO)

Todos se dieron cuenta, por supuesto. Todos lo saben. Pero no pueden permitirse el lujo de reconocerlo. Si el abucheo a Kicillof es legítimo, entonces ellos están necesariamente en falta por haberse callado durante diez años. Concluyen entonces, por conveniencia, que no debe ser legítimo. Con esa lógica siniestra (Y clarísima) funciona la inverosímil invocación a los buenos modales que vengo escuchando desde hace meses, siempre pronunciada por gente a la cual los modales no le importaron nunca. (Los lógicos que leen esto se dan cuenta que la única manera lógica de abordar esto es con la lógica de los mundos posibles no?, y ni siquiera mirá)

Desde la época de los colonos puritanos hasta nuestros varios gobiernos militares, pasando por la era victoriana, los buenos modales fueron usados muchas veces como instrumento de control social, casi siempre para sostener un orden injusto cuyos fundamentos teóricos empezaban a flaquear. Es una maniobra perversa que perpetúa la opresión y corrompe la idea –saludable, en teoría– de que los buenos modales son importantes. Es cierto que son importantes, pero como piso de reconocimiento y respeto a los demás; no como mandato cultural que le permita a un subconjunto de la sociedad hacer cualquier cosa con el resto. Si viene un ladrón a mi casa, no le ofrezco un café: llamo a la policía. (Si viene un ladrón a tu casa es que vos llegaste, digamos)

Cuando no hay policía, las cosas se complican. No es sorprendente que el recurso de “los modales” intente ponerse de moda en un país sin ley ni justicia: a algo hay que recurrir para protegerse (la horda primitiva. Realmente me parece que si estás tan preocupado por la anomia absoluta deberías estar knock knock knocking on ONU‘s door, y no escribiendo en este pasquín intrascendente mientras el autoritarismo k se esparce en el globo cual histeria en época victoriana). Nelson Castro denuncia que lo echan de un bar por sus opiniones pero se niega a identificar el bar para evitar represalias violentas que imagina. ¿Dónde vive? ¿En Deadwood? Nelson Castro asume que, de hecho, no hay ley, entonces decide administrarla él. Es un disparate. Los modales no pueden reemplazar a la ley ni a la justicia, ni pueden ser invocados como escudo cuando ninguna de las dos funciona. (Si loco, Guantánamo al dueño del bar, hasta cuándo tanta impunidad?) Veinte años de Tinelli, rock chabón, aguante y barras bravas. (QUÉ? QUÉ?) ¿Ahora te preocupan los modales? No te creo nada, salvo que me expliques por qué tardaste tanto en darte cuenta. (Que compadrito, yo que Nelson le hago caso y haciendo un salto olímpico por sobre los buenos modales, le encajo una patada en la encía a este guapo del 900)

El Gobierno podría –debería– haber desactivado esta escalada haciéndose cargo de su responsabilidad. Kicillof podría haberles dicho a los abucheadores: “Disculpen. Ahora estoy de vacaciones, y con intimidarme no resolvemos nada. Trabajo para ustedes. Me preocupa mucho que su percepción colectiva sea que soy un caradura (Qué bueno que te preocupe Raffo, porque sí, creemos eso. Ah no! Leo anafóricamente y hablás de Kici, perdón, me confundí). Este es mi teléfono. Llámenme en horario de oficina” (JAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA. Muy fuerte) . Si faltaron reflejos, podría haber hecho lo mismo en conferencia de prensa al día siguiente. Y si él es incapaz de hacerlo, el Gobierno podría haber designado a otra persona para que rindiera cuentas. En cambio, redoblaron la apuesta. Porque no quieren menos violencia, quieren más. (Terrible, preocupante, escalofriante)

Veinte tipos sanos (Raffo tiene la libreta sanitaria y los informes psiquiátricos y test de Roschard de todos los viajantes del bendito buquebús del oprobio)–o no completamente enfermos– se encontraron de casualidad con el responsable de injusticias que sufren a diario y le dijeron “caradura” (Si, Kicillof, el creador de todos lo males de la patria, FUENTEOVEJUNA, el pueblo tuvo su revancha). Escándalo. (ES UN ESCÁNDALO, Pino Style) La oposición juntó a mil caraduras muy caraduras en los medios, todos practicantes del equidistantismo ilusorio, repudiaron el hecho, horrorizados. Macri dijo que era inaceptable; Alfonsín, que era “un abuso”. Disculpen los modales, pero váyanse a la mierda. (Uy chicos se calentó Raffo, uyuyuy)

La lapidación de los abucheadores es más que un síntoma: es garantía de anomia (Durkheim again) y desolación por muchos años. Si todas las voces autorizadas coinciden en que acatar reglas injustas es mucho mejor que rechazarlas, nuestra única esperanza es el recambio generacional, a largo plazo, después de la castástrofe inevitable que me alegra no estar ahí para sufrir cuando suceda. (Cheee horrible que no te hayas quedado a dar una mano acá. Avisoro que vos cual Adorno rajaste del cuarto Reich, Quintín te va a secundar a lo Horkheimer y Fer Iglesias cual Benjamin en Port-Bou va a perecer intentando escapar en la Triple frontera)

Mientras tanto, reclamo al menos para nosotros, los que no nos volvimos locos del todo (Dice Raffo mientras piensa cuál será la próxima Ana Frank y pisotea un pituto de ventana creyendo que es un micrófono que puso la ANSES), la capacidad de rechazar esa extorsión. Dentro de la ley, la catarsis es nuestro derecho. Dejarse apretar por Moreno no es algo de lo cual uno pueda jactarse, pero tiene claros atenuantes: Moreno tiene poder, armas y guantes de boxeo. Ahora, ¿dejarse apretar por Macri, Majul, Moreau, Tenembaum, Morales Solá, Felipe Solá y Humberto Tumini? ¿La verdad? Hay que tener vocación de pelotudo. (Si, hay que tenerla y exhibirla, qué gran galería de esa vocación ha sido esta papeleta, muchas gracias Raffito querido, saludos a Lilita y que vuelva su cuenta de Twuitter)

 

*Escritor y cineasta. (PAÍS GENEROSO ESTE Y EL QUE TE COBIJA POR SEMEJANTES RÓTULOS!)

7 comments:

HG said...

Excelente artículo de Raffo, balbuceo falaz y malintencionado el intento fallido de refutación.

Eduardo said...

Querido Hal, le pide conceptualización al Raffismo, va a provocar surmenages.

Julián Torrado said...

Es la primera vez que caigo acá y me gustaron tus anotaciones. Yo te siento a vos y a Raffo en una mesa de café y modero el debate. Vas a ganar por afano.

Saludos!
J.
pasalayquenovuelva.blogspot.com

Terra said...

Me hiciste reír. Muy bueno.

Eduardo said...

Julián: Raffo no debe ser un tipo muy pacífico.

Terra: Cha gracia

Rocio said...

Yo también es la primera vez que caigo en tu blog, y a mi también me interesaron mucho las anotaciones. Mientras buscaba un alquiler
departamentos buenos aires
, caí en tu blog y no me arrepiento. Si van a hacer un café, avísenme que quiero ir, jaja

Eduardo said...

Es una manera rara de llegar. Muchas gracias!