Saturday, April 05, 2014

Eran muchos nombres

Estuve unos minutos observando los edificios sin cruzar la calle. Rastreando en los esquineros de la memoria si esa era la dirección que me pasó por teléfono. Crucé y toqué el timbre del departamento céntrico. Hacía frío. Luego de un rato baja, con ropa un poco hipster, adolescente. Me saluda y me hace pasar por una escalera que llevará a su departamento. Entramos, me pregunta mi nombre. Luego le pregunto el suyo “depende, ¿en qué página me encontraste?” responde. Le digo que no sé, que visito varías. Enunció una lista de varios nombres, sonriendo. Me pidió que arreglemos antes la cuestión mercantil y guardó el bollito en una cartera a lunares. 
El lugar era pequeño, lleno de objetos kitsch pero con pretensiones Soho. Agarró al gato que descansaba junto a su notebook y lo llevó a otro sector.
El televisor estaba encendido en un canal de música pop y electrónica. Enfrente, una cama de dudosa estabilidad en la que me senté expectante. Se paró mirándome y subió el volumen, comenzando a saltar de manera ridícula al ritmo de una canción inaudible, mientras se sacaba la ropa interior entre salto y salto. “Qué lejos estamos de la lúbrica danza de Salomé cuando pide la cabeza de San Juan el Bautista” pensé.
Las piernas eran potentes y firmes, tetitas pequeñas, boca carnosa y espalda bien formada. 
Se acercó y empezó a chuparme. Le agarraba la cabeza y acariciaba las junturas de las extensiones agregadas a su pelo. Me beso mucho, y tal vez es eso lo que más disfrute porque sus labios eran extremadamente gruesos y húmedos. Me resonaba cada tanto la extrañeza de no saber su nombre, de esa situación en la que me encontraba, sin nombre también. O con nombre falso, o comprado. Y cuál era mi nombre ahí, en ese cuarto. El mismo del user que tengo para estas búsquedas. El nombre de uno de esos users. 
Empecé a pajearle la pijita breve, muy breve, que nunca se paraba del todo. Se la chupe y cuando parecía gustarle frenaba, hasta interrumpir todo. Le pregunté si no quería acabar y me contestó con una llave a la curiosidad: “me cuesta”. 
Perdí un poco el tiempo, le hice y me hizo un par de cosas más para cumplir el muestrario. Me vestí, charlamos del clima. Abrió la puerta y su gato corrió hacia el cómodo y conocido lugar de siempre. Me abrió la puerta a mí y salí a la calle. Prendí el habitual cigarrillo. Hacía frío.

2 comments:

P said...

Yo Pagaria Por verlas

María Font said...

Excelente vo!
Y eso que no fumo...