Saturday, January 19, 2013

Eeeeeeh "Intitulable"

(Discurso psicótico sobre los psicóticos, mise en abyme)

El desamor de los dictadores
Por Elisa Carrió  | Para LA NACION

La paranoia se propaga generalmente a todo el entorno del sujeto afectado por esa patología (vos, el ARI y los estudios de TN). Los más cercanos suelen ser los primeros en sufrir el pánico de los que han perdido la confianza en todo el mundo", escribe la periodista e historiadora belga Diane Duret (?!) en un libro elocuente que publicó Aguilar, Las mujeres de los dictadores . Se trata de un trabajo dedicado a indagar en la vida íntima de los líderes totalitarios del siglo XX y en la relación que mantuvieron con sus mujeres. (Quería empezar “Mi vida” de Trotsky  y “Literatura y vida nacional” de Gramsci, pero ahora que me decís me tentaste sobremanera y voy corriendo a comprarlo)

En esas páginas nos podemos sumergir en la intimidad de Mussolini, Stalin, Mao, Ceausescu (CHECHESCU) o Hitler (minestrone de líderes) para poder saber más sobre el carácter, las convicciones y la irremediable vinculación entre vida privada y pública (IRREMEDIABLE, si, ponele). La incapacidad de amar y el sometimiento y la humillación de quienes los aman parece (Gracias por, por lo menos, este modalizador que le quita fuerza a la tesis balalaika del absurdo) ser la regla entre aquellos que, en nombre del amor a la patria o a la revolución, humillaron a sus pueblos. Quien daña a quien dice amar es incapaz de provocar un acto de justicia en beneficio de sus gobernados. (Un condicional irrefutable: Daña a familiares----(entonces)---> gobierna injustamente. Alguien tiene alguna objeción? *Hordas levantan la mano*)

La relación que los dictadores tienen con sus mujeres denota la que construyen con sus pueblos. (Hipótesis fuerte; anoten pichones de Ciencias políticas prestos a pegar beca del CONICET) La mujer como instrumento, como objeto manipulable y descartable, que es factible de ser sustituida por otra que fomente aún más su narcisismo infinito, es la constante en estos líderes. (También puede ser constante en cualquier tipo o tipa que pierda el deseo por el otro, católica apostólica románica)

Nadie lo puede decir mejor que el jefe del servicio de prensa de Hitler, que cita Ducret: "Hitler era un tipo narcisista, para el cual la multitud representaba un sustituto de la mujer que parecía incapaz de encontrar. Para él hablar era una forma de satisfacer un deseo violento y agotador. Así el fenómeno de su elocuencia se me hizo más comprensible. Los ocho o diez minutos de un discurso parecían un orgasmo de palabras".(eso forma parte de una concepción más compleja de principios del siglo XX que unía masa con sensibilidad irracional y desde ahíPARA QUE ME GASTO DIOOOO)

Ducret muestra, en un texto muy bien documentado y en el que se advierte una investigación histórica enamorada de la precisión (a veces la precisión está al servicio de la pelotudez, es lo que deduzco hasta acá del libelo de esa boluda), que todos ellos reinventaron un pasado sustituyendo sus errores, delitos o contradicciones por hechos heroicos; que fomentaron el culto a la personalidad; que tenían una obsesión por la propaganda política; que eran desconfiados; que expresaban celos para apropiarse de sus mujeres, a las que cosificaban y maltrataban; que mentían y engañaban a sus mujeres con la misma pasión con la que lo hacían con sus pueblos. (homología entre relaciones personales y modos de gobierno, si, entendimos. Pero esto no es pensar)

Remarco mujeres y no esposas porque el destrato era igual tanto para sus mujeres oficiales como para sus amantes ocasionales, amantes que a veces terminan siendo esposas con un enorme poder y que convierten en tiranas que descargan su furia hasta en los más cercanos. Como la mujer de Mao, que envía a la cárcel a su empleada porque le sirvió una leche que le cayó mal, o Elena, la esposa de Ceausescu, que disfruta leyendo las escuchas que pide al servicio secreto sobre ministros y sus esposas, al extremo de llegar a perseguir al novio de su hija, indignada porque "usa vaqueros". (No dejo de pensar en qué actos de este calibre cometió CFK, porque ahí es donde querés llegar no? “Tiranía asintomática“ diría alguien muy inteligente de por ahí)

Elena fue despojada de su nombre y de su fecha de nacimiento. El día del casamiento, Nicolae Ceausescu consideró que su nombre, Lenuta, literalmente "la dulce", era muy popular y por ende "poco respetable" para la compañera de un líder. Entonces decide modificar su partida de nacimiento y cambiar su natalicio, porque era mayor que su marido. El dictador necesitaba que fuese más joven que él. (RE VE LA DOR)

La flamante Elena es ambiciosa y se dice científica, así que dedica su vida a coleccionar títulos con el objetivo de escalar posiciones de poder y gobernar al lado del dictador. (Algo estás tramando desde el punto de vista de la analogía tácita con Cristina en esta nota para La Nación?) Ducret dice que tiene dos modelos a seguir: Jiang Ging, la cuarta esposa de Mao, e Isabel Perón. Narra la autora que Elena "ha quedado impresionada por el destino de esa ex bailarina que ahora ha ascendido a vicepresidente", y que luego será presidente. Elena ve allí su destino y no duda en ser implacable con las mujeres que pueden ser sus competidoras. (El novelón de la tarde, SORAYA)

En Las mujeres de los dictadores encontramos relaciones opresivas, violentas y asfixiantes. Un endiosamiento (ÉL) que las lleva al sometimiento, un sometimiento que, de víctimas, las convierte en victimarias.(Hay armas, está claro?) Celos encarnizados que generan vuelcos en el devenir político. Mentiras que se convierten en verdades históricas por gracia del relato construido por los regímenes dictatoriales (CUALQUIER VÍNCULO CON LOS K ES MERA COINCIDENCIA). En definitiva, vemos hombres con múltiples caras  que proclaman el amor a su pueblo y a sus mujeres, pero que con su crueldad desnudan la incapacidad de tener sentimientos profundos que vayan más allá de su propio egocentrismo. (te pusiste autobiográfica?) El amor a sí mismos les impide la piedad. (“¡Secretos y mentiras, secretos y mentiras!”)


© LA NACION.

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